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No a los actos crueles contra los animales y abandono 

Lucha animalista: Ver el fenómeno, sólo el fenómeno, pero todo el fenómeno

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

“Sólo el fenómeno, pero todo el fenómeno”.

Teilhard de Chardin

Publicado: 2015-11-29


Recuerdo mucho esta frase pues fue la primera que me acercó al mundo del Derecho. Ver el fenómeno, sólo el fenómeno, pero todo el fenómeno, involucraba apreciar una determinada circunstancia sin prejuicios, de manera amplia y receptiva; pero eso sí, sin perder la dimensión de la misma ni alejarse de ella y comprendiéndola en su totalidad. El poder acceder a este tipo de visión, definitivamente, permitía una claridad de pensamiento y un entendimiento cabal sobre el fenómeno o circunstancia, como lo estamos denominando de forma coloquial. 

Esta frase ha recobrado vitalidad y vigencia en los últimos días, y he podido ser testigo de ello. Es alarmante el escaso nivel de lectura que tenemos (me incluyo) en la actualidad. Vivimos en la “era del meme”. Las ideas, las sentencias, las máximas, los pensamientos, en fin, toda forma de transmitir conocimiento la hemos banalizado y reducido a una simple foto o gráfico con unas cuantas palabras. El mundo agitado en el cual vivimos “obliga” a esta forma tan promiscua de dar al público lector mensajes masticados y mal digeridos en busca de una comunicación ágil y universal, en detrimento de alentar al mismo público lector a informarse mejor y complementar la noticia o idea impartida. El escenario perfecto de lo dicho son las redes sociales, plataforma ideal en nuestros tiempos para las causas justas (y no tan justas, seamos francos). Las personas simplemente no leen, no quieren leer y, aunque sea redundante, no les da la reverenda gana de leer. Acuden a la discusión del día a día con la base mínima de información mencionada y en base a ella forman posición y hasta pretenden enarbolar la máxima verdad (“su verdad”). De lo dicho, no escapa la lucha animalista.

Según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), podemos decir que el FANATISMO se caracteriza por ser la tenaz preocupación o entusiasmo ciego que se tiene por algo. Y ciertamente, es muy posible que nuestras ganas de hacer algo o nuestra preocupación por no hacer nada, haga que asumamos una postura ciega, y a veces obcecada, frente a un tema que desconocemos. La ignorancia no es un pecado, tampoco es una condición irreductible en el tiempo. La ignorancia y el fanatismo se vencen cuando nos quitamos la venda que nos cubre la vista y entendemos que no somos conocedores de todas las cosas, y que hay personas que pueden saber más que uno. Cada uno de nosotros tiene actitudes y aptitudes que nos diferencian de los demás. Algunas de ellas innatas, otras adquiridas. Yo, por ejemplo, difícilmente podría discutir con un médico sobre cuál es el mejor tratamiento a brindar a un paciente, o pretender saber más que un ejecutivo de cuentas sobre qué inversión puede generar mayor rentabilidad. Puedo tener algunos conocimientos básicos y quizá con el tiempo conocimientos prácticos, pero no es mi profesión y no soy una persona instruida en dichos temas. Es penoso, por ello, que el fanatismo ciego (el peor de ellos no solamente es el ciego sino el inmóvil) incluso se vuelva insultante, con matices de barra brava, lo cual hace que el reflejo de la pobreza mental brille más a la luz del sol.

Según el Diccionario de la RAE, la DESINFORMACIÓN se caracteriza justamente por la ignorancia o falta de información sobre algún tema. Incluso también alcanza a la acción y efecto de desinformar. Si al ser fanáticos nos cegamos en nuestra propia ignorancia, es un pecado que ello arrastre a otras personas al dar información falsa. Lo único que se origina por ello es una progresión geométrica de desconocimiento. Si uno es ignorante sobre algún tema, lo válido es salir de esa ignorancia y ayudar a los demás a salir del fango, mas no hundirse en ella y arrastrar a más personas a navegar en el miasma ciego.

Asimismo, el Diccionario de la RAE nos señala que la RESPONSABILIDAD es la capacidad existente en todo sujeto para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente. Ello motiva que nosotros seamos responsables y dueños de nuestros actos, para bien o mal. Que nuestra palabra tenga un significado y validez y que ésta genere confianza o no en nuestros interlocutores. Nuestros actos conllevan por ello una obligación por parte del sujeto activo, y es el causar una reacción activa o pasiva del interlocutor, reacción que obedece a esta acción primera. Si yo educo incorrectamente a mi hijo, seré responsable posteriormente de los actos incorrectos que pudiera generar, lo cual causaría a su vez un efecto multiplicador de actos no deseados en nuestra sociedad.

En este orden de ideas, y a manera de síntesis de todo lo señalado, se puede colegir la importancia de contar con una correcta y debida información, a fin de no ser responsables por nuestro mal actuar ni por inducir a actuar incorrectamente a otras personas, producto de nuestro fanatismo o ceguera sobre un tema. En la lucha animalista hay personas, y en algunos casos instituciones, cuya visión de las cosas es muy vaga, cerrada y obcecada. Y es penoso observar que este defecto se da en ambos bandos: en los animalistas y en los operadores de derecho. Somos nosotros, los animalistas, los llamados a la docencia, a brindar la correcta información y a saber el momento preciso para ello. Aquí no gana quien hace más bulla, quien se toma más fotos, quien convoca más o menos personas o la persona que se pone a exigir acciones cuando no muestra atisbo alguno de movimiento. La lucha animalista se consigue con información adecuada y correcta. Que ésta pueda ser divulgada. Pero al igual que toda acción, implica un estudio previo. Si yo veo una piscina y veo que el agua de la misma está baja, analizaré con detenimiento la posibilidad de tirarme a la misma con la posibilidad muy certera de hacerme daño. Eso es tan solo un análisis del entorno que motivará una acción correcta y que podrá rendir mayores y mejores frutos. Algunas veces los animalistas somos incomprendidos por la gente que no lo es, pero duele más cuando los golpes bajos se dan por aquellos que supuestamente están en el mismo bando. Se ve mucho “figuretismo” y una falsa idea de “prensa” que quiere convertir en “noticiable” todo lo que sucede, tan solo con un afán de convertirse en la voz autorizada. El problema es: ¿cómo pongo de profesor de inglés a alguien que no conoce este idioma y no cuenta con la preparación para ello? Y lo peor, ¿qué sucede cuando a pesar que recibe la instrucción adecuada para enseñar correctamente este idioma, decide simplemente tirarlo todo por la borda y por hacerse el original enseñar cosas que no tienen valor alguno?

Si han leído los párrafos precedentes y han llegado a este punto los felicito, pues he podido captar su atención sin un meme y podrán entender el porqué del presente artículo. Días atrás, para ser exactos el 19 de noviembre del 2015, el pleno del Congreso de la República del Perú aprobó por unanimidad la Ley de Protección y Bienestar Animal (la cual hasta la fecha del presente post, no ha sido promulgada). Si bien anterior a la aprobación de la misma era vergonzoso ver cómo se pretendía crear división entre los mismos movimientos u organizaciones en favor de los animales y activistas, lo que se ha podido apreciar posterior a la aprobación del pleno resulta preocupante y linda con la irresponsabilidad de aquellos que fungen ser líderes de opinión sobre el tema animalista en nuestro país.

No sólo hemos podido ver noticias mal redactadas en medios de comunicación. Hemos podido apreciar, igualmente, pronunciamientos en redes sociales de ciertas personas, “supremos pontífices de la razón” que sólo esgrimen su verdad, pretendiendo desinformar a las personas, sin aporte alguno, con el único argumento de destrozar por destrozar una norma que ni siquiera ha sido promulgada a la fecha (como he mencionado). Una norma que, en realidad, ha sido esperada por muchos años. Una norma que viene a reemplazar a la Ley N° 27265, Ley de protección a los animales domésticos y a los animales silvestres mantenidos en cautiverio, (promulgada el 19 de mayo de 2000), ley de vanguardia en dicha época pero que a la fecha no ha podido ser reglamentada por las inconsistencias, contradicciones y defectos congénitos de la misma. Una norma que ubicaría al Perú en un lugar expectante en materia de protección y bienestar animal en el mundo, pues regularía los actos crueles y el abandono de animales como delito (lo que en términos coloquiales denominamos maltrato animal, aunque este término es aún más amplio). Una norma que no es perfecta, definitivamente no lo es, pero que es un buen primer paso para poder dar los siguientes.

Este artículo es tan solo un análisis de los comentarios previos a la promulgación de la norma, y que complementará al que realizaremos una vez que la norma tenga su partida oficial de nacimiento (número de ley) y se encuentre promulgada y goce de plena vigencia (es decir, al día siguiente de su publicación en el diario oficial El Peruano). Lo dicho no obsta para que podamos manifestar que, efectivamente, hay mucho por hacer. Consideramos que debemos dejar que esta norma encuentre su norte, que sea conocida, entendida, comprendida, difundida y aplicada y, con posterioridad a ello, ubicar los frentes que permitan que sea aún mucho mejor y realizar los ajustes que resulten pertinentes. Cubrir aquellas cosas que no se incluyeron, como el crear una Defensoría del Animal o un Registro de Maltratadores, entre otros. Que se incluya dentro de los supuestos de actos crueles y/o maltrato animal a las corridas y peleas de toros, así como a las peleas de gallos, y a toda aquella actividad que disfrazada de “manifestación cultural o costumbre” sirva para legitimar un acto de tortura sin sentido a los animales y que tan solo expone la peor miseria humana. Por ello, la tarea y misión de los animalistas, de aquellos que pretenden serlo, no acaba, se reinventa día a día y es constante.

Es por ello que, de todas las causas que existen para ser defendidas, es quizá la lucha por el derecho de los animales o para los animales, una de las más loables, intensa, pero a la vez incomprendida de todas. Si tú, que estás leyendo estas líneas, te consideras animalista, lo profesas, lo vives, estarás de acuerdo conmigo que muchas veces te sientes incomprendido (a), pues otras personas no necesariamente comulgan con lo que piensas o sientes. Y es porque vivimos en un mundo en el cual el centro es el ser humano, máximo exponente de la racionalidad a través de sus obras y pensamiento; y máximo exponente de la irracionalidad, al realizar acciones que día a día destruyen nuestro entorno y nos conduce a un peligro constante. Los animales, dentro de esa concepción, son tan solo meros instrumentos que nos brindan un sentimiento de placer, el placer de sentir compañía. Sin embargo, para muchas personas (y cada vez vamos en aumento), los animales son parte importante de nuestras vidas, son seres sintientes que merecen ser apreciados por lo que son y que, sin lugar a dudas, merecen ser tratados con dignidad y amor.

No es un camino fácil el ser animalista. No hay liderazgos claros. La constante es ver esfuerzos personales que en la mayoría de casos buscan una autoafirmación o reconocimiento general, pero eso no es liderazgo. También hay grupos de personas no institucionalizadas que, a través de comunidades o grupos en las redes sociales, comparten un sentir pero sin un norte específico. Y por otro lado, unas cuantas instituciones o agrupaciones animalistas reconocidas legalmente que a veces son incomprendidas porque han entendido que la única vía posible es jugar con las reglas de juego que impone el sistema, y esas reglas de juego implican participar en el tema político legal. De nada servirá rescatar animales, donar dinero para cuidados de ciertos animalitos, campañas esporádicas o particulares de esterilización o protestas en temporadas pico, si no se tiene claro qué es lo que se busca. El elemento común y unificador de los animalistas, de los verdaderos, debe ser la protección y amor hacia los animales, evitando la crueldad innecesaria hacia los mismos. El problema reside en que cada uno pretende hacerlo a su manera. Es muy difícil unir tantas voces y alinearlas en una sola. Es difícil que todos piensen en base a un norte común y atacando el problema en base a objetivos claros y con el consenso de las armas a usar. La lucha animalista, al igual que toda lucha por derechos, es una lucha larga. Tengan por seguro que los cambios no son inmediatos. Eso no significa estar pasivos. Hasta el mar, cuando lo divisamos quieto, está en movimiento. ¿Llegará el momento en el cual los animalistas estaremos completamente unidos y actuando como un solo puño? Es difícil dar una respuesta afirmativa a ello. Lo que sí es claro es que los intentos dispersos tan solo dan soluciones endebles y de corta vida.

¿Quieren un cambio? Pues preparen sus mentes para ello. ¿Quieren que no haya más sufrimiento ni violencia contra los animales? Pues empiecen a luchar por ello, pero no a través de más violencia. Y cuando digo violencia no hablo de la mera violencia física, sino también psicológica, o la que lleva incluso matices racistas, o de descalificación porque otro piensa distinto a uno. Los animales son nobles y no son violentos per se. Ellos son el motivo por el cual muchos de nosotros dedicamos nuestros ratos y momentos libres e incluso aquellos que no lo son, para defenderlos y protestar por ellos, desde los diversos frentes en los cuales nos sentimos más capaces de aportar. ¿Por qué entonces la defensa de los derechos de los animales debiera ser violenta? No existe lógica alguna. Imponer la fuerza porque grito más, destruyo más, insulto más, desinformo más, no me lleva a ninguna parte, ni soluciona aquel problema por el cual salimos a protestar. El ataque mediático, el bullying sin sentido y artero a través de redes sociales sólo queda para la satisfacción del ego contabilizado a través de los “likes” obtenidos.

Los animales tienen derechos, derechos que deben ser velados y protegidos por los humanos, y al decir estas palabras somos conscientes que el problema es legal. Muchos se consideran expertos en Derecho y no son abogados. Yo incluso siendo abogado no considero que sé todo sobre Derecho, pues esta carrera implica una constante reinvención y actualización. El conocer las leyes implica, además, el estar informados de manera veraz, correcta y completa a fin de actuar en base a una legalidad. No nos basamos en suposiciones, sino en hechos concretos. No enarbolamos el discurso de tirar la piedra y esconder la mano, sino mas bien en mostrar la mano y ser responsables de nuestros actos y pensamientos. Siendo esto así, puedo concluir que el Derecho es variable y se adecúa al paso del tiempo, es decir, no es inmutable. Por ello, puede ser cambiado, y lo será en función que exista un razonamiento lógico que respalde dicho cambio.

Somos animalistas y somos conscientes que los animales tienen derechos. El razonamiento lógico que defenderá esta postura debe ser nutrido por todos nosotros, a través de acciones claras, información correcta, educación con valores y una responsabilidad por nuestros actos y forma de pensar. El camino es largo pero, si lo caminamos juntos, el trayecto será más placentero, y cuando lleguemos a la meta esperada miraremos hacia atrás y sabremos que valió la pena haber sido pacientes y haber dejado de lado protagonismos falsos e intolerancia, y tanta desinformación cancerígena.

Por eso, ver fenómeno, sólo el fenómeno, pero todo el fenómeno. Lo escrito sólo busca motivarlos a leer e informarse más. Cuestionen lo dicho, pero sigan vivos. Y pensando. Por ustedes y por ellos.


Escrito por

José Luis L. Mendoza Luna

Abogado neoanimalista. Licenciado en Derecho por la PUCP. Director Legal de Animalistas sin Fronteras - ASF.


Publicado en

¡ANIMALÍZATE!

Espacio dedicado al debate y discusión sobre la protección y bienestar de los animales, sean estos humanos o no humanos.